lunes, 31 de mayo de 2010

Ángeles y Demonios


Dicho así nos recuerda a la segunda novela de Dan Brown, pero nada más lejos de mi intención disertar en este blog a cerca de un “best seller”. Sin embargo si me gustaría hablar sobre un gran libro, poco conocido, que reúne en él varias singularidades e historias que lo hacen único.


El libro en cuestión se titula “Patrocinio de Ángeles y combate de Demonios”, y para conocer un poco las vicisitudes de este libro es necesario en primer lugar hablar del autor; Francisco Blasco de Lanuza. Este oscense nació en Sallent en 1595, Estudió y se doctoró en Teología, ordenándose luego como sacerdote. En 1638 fue nombrado párroco de Sandiniés.


Aquí es importante hacer una pequeña parada para entender las circunstancias geográficas e históricas que rodeaban a Blasco de Lanuza en este momento. Sandiniés se halla en el enclave del valle del Tena una región pirenaica de la provincia de Huesca que en esa época en la que es nombrado párroco se dividía geográficamente en tres “Quiñones”: el de Sallent, el de Panticosa y el de La Partacua. Este último estaba compuesto por las poblaciones de Tramacastilla, Sandiniés, Escarrilla, Piedrafita, Búbal y Saqués. Una zona en la cual sus poblaciones están a una altura entre los mil y mil trescientos metros, montañosa fría y humeda, que en siglo XVII era zona ganadera y de pastos. Una época en la que, religiosamente, se resalta la dicotomía entre el bien y el mal, entre los que están al lado de Dios, cristianos que cultivan las virtudes y los mandatos de la iglesia, y los que se hunden en la oscuridad del mal y los demonios. Estas zonas altas, ricas en hierbas silvestres, usadas por los lugareños durante siglos y que por el transcurso de los años se convierten en fiables remedios contra los males corrientes que aquejaban a la población, se convertirán en patria de sanadores y brujas. Estos prescriptores de hierbas que sanaban sin saber muy bien como, y que se rodeaban de cierto secretismo, se crecían en su éxito. Y si eran capaces de curar por medio de sus “artes”, que se mostraban infinitamente más eficaces que la fe y la oración, sería debido a que la parte contraria, el poder maligno, ostentaba su poder y curaba con facilidad. Los aquelarres y conjuros acompañaban a las pócimas, que con mezclas alucinógenas de hierbas y hongos lograban ver al mismo Satán. Estos hechos serían el caldo de cultivo de los casos de brujería y posesiones que azotaron Huesca, Navarra y País Vasco durante el XVII y objetivo principal de la Santa Inquisición española en esa época.



Aparece en este marco uno de los episodios más importantes de la brujería y la posesión demoníaca en España, las posesiones de Tramacastilla o valle del Tena. Entre 1637 y 1643 se desata un vendaval diabólico. Detrás de él un protagonista y dos colaboradores, Pedro de Arruebo, Miguel Guillén y Juan de Larrat, brujos y ganaderos, rufianes, bebedores y mujeriegos. Pedro de Arruebo era el dueño de la finca La Artosa, en Siqués. Era inteligente, astuto, audaz, caprichoso y atractivo, es de pensar que tanto él como sus compinches, sacarían buenos beneficios de todo tipo con sus actos, y sabiendo que sus víctimas eran mujeres entre once y treinta años es fácil imaginar cuales serían los favores demandados.

La Inquisición fue tras él y fue condenado a recibir doscientos latigazos y a pasar unos años en galeras, lo que implicaba prácticamente la muerte por la imposibilidad de soportar esas condiciones. Pero hay un documento que dice que Arruebo había sido visto por Madrid. Ángel Gari, antropólogo que ha estudiado en profundidad la brujería en el Alto Aragón, interpreta que, o bien se escapó, o bien en un viaje a Roma le fue perdonada la condena.



Volviendo a Blasco de Lanuza tuvo una intervención importante en el desarrollo en estos casos de posesión, hecho que le marcó posteriormente en su vida e que influenció de manera importante en el contenido de las obras que escribió. Dejó la parroquia e ingresó en la orden benedictina, fue presidente de su congregación en la provincia y abad del monasterio de San Juan de la Peña. Su influencia y popularidad fue tal, que por dos veces fue diputado del reino en Aragón.



Y retomando el hilo inicial de este artículo volvamos al libro “Patrocinio de Ángeles y combate de Demonios”. Según el autor este libro es “una ilustración de los beneficios que hacen los ángeles de la guarda a los hombres [….], y también de las astucias e impugnaciones de los demonios. “ No obstante el protagonismo de los demonios es mucho mayor, ya que en este libro se explica la experiencia del autor, durante su tiempo de párroco, en la epidemia demoníaca.

La mítica batalla celestial entre ángeles rebeldes y leales que habría tenido lugar antes de la creación del mundo, y que terminó con la derrota de los primeros y su consiguiente descenso al abismo, encontró un eco extraordinario en la Europa del siglo XVII. Según numerosos testimonios de la época, las fuerzas del bien y el mal, cuyos enfrentamientos continuaron a partir de la caída, renovaron entonces sus denodados combates con fuerza inusitada en los rincones más remotos de la Cristiandad. Para los teólogos, dicho estado de cosas constituía una prueba irrefutable de la obligación por parte de los fieles de apoyar al bando de los justos frente a los continuos e inesperados ataques de los espíritus infernales.

Estos ideas sirvieron de inspiración a Blasco de la Lanuza para la ejecución de su libro que salió a la luz en 1652 que en realidad era la continuación de otro libro anterior titulado: “Beneficios del Ángel de nuestra guardia y efectos del Gobierno de Dios invisible” 1637.



Una de las rarezas de carácter bibliográfico de este libro es que fue el único libro impreso en el monasterio de San Juán de la Peña y dicha empresa se llevó a cabo por el impresor oscense Juan Nogués (ignoro si sería pariente de Bernardo Nogués, impresor valenciano, Serrano Morales no aclara gran cosa) No sé qué razón le llevó a imprimir dicho libro en tan apartado lugar, teniendo su oficina en Huesca. Se me ocurren varias circunstancias. Tal vez por lo dilatado de la obra y para evitar dilaciones se imprimía según se escribía, o bien pudo ser debido a que el autor era el abad del monasterio, y para corregir las pruebas tipográficas necesitaba que el impresor estuviera siempre presente, o bien por tratarse en su mayor parte una obra sobre demonios, y dados los sucesos acontecidos en la zona era mejor realizar la impresión en suelo sagrado; bueno, no dejan de ser conjeturas.





Físicamente el libro es hermoso, un in-folio de 18 h + 1186 p + 42 p con el texto a doble columna encuadrado en doble cajetín, con un hermoso frontis, grabado por Orozco, donde se escenifica la victoria de los ángeles sobre los demonios. Le sigue, portada orlada, donde se lee que consagra el libro a San Miguel.



El libro está dividido en dos partes.



1ª -Libro primero: Del patrocinio de los ángeles y de los favores qve hazen a los hombres desde sv principio, hasta la mverte”



Parte primera: “Prvevase qve Dios envía a ángeles santos, para qve gvarden a los hombres.

Parte segunda: tratase del modo, qve esta distribvyda la cvstodia de ángeles, por hombres, y por otras criatvras.

Parte tercera: Tratase, de los beneficios, devociones, virtvdes, y otros efectos, que obran la asistencia del Ángel Cvstodio en el hombre.



2ª- Libro segundo: Del combate de demonios; insinvanse la contra cvstodia, qve pone Lucifer, y la persecvcion de sus ministros. Es una ilvstracion de la competencia altiva de Luzifer con Dios; de las astvcias; con que se persigve al hombre.

Parte primera: Trata de la contra cvstodia, que pone el principe de los demonios.

Parte segunda: Trata de las Transfigvraciones , revelaciones, y tentaciones de los demonios.

Parte tercera: Trata de los maleficios de los demonios, y de los efectos, qve obran sus ministros.


En esta última parte Francisco Blasco de Lanuza da una explicación detallada de los sucesos de Tramacastilla a partir del capítulo diecinueve.


Es un libro fácil de encontrar en Bibliotecas públicas el CCPBE da más de cuarenta ejemplares entre completos, incompletos y partidos en sus dos partes. Pero en cambio yo no recuerdo en mi vida de bibliófilo haber conocido venta alguna de algún ejemplar. Palau que cita el libro, con el número de orden, 30768, si que indica dos ventas. Una en la librería Layetana, en 1931 por 75 ptas. y otra en la librería Bardón en 1948 por 300 ptas.


No he visto más referencias de venta del libro titulado, Patrocinio de Ángeles y Combates de Demonios, pero haberlos haylos.

domingo, 9 de mayo de 2010

Lidamor de Escocia y Philesbián de Candaria

Dentro de las familias de rarezas bibliográficas con las cuenta el libro español antiguo, posiblemente la más significativa de todas, por ser la que agrupa a aquellos libros que sirvieron de inspiración a nuestra obra cumbre de la historia de la literatura española, “El Ingenioso don Quijote de la Mancha”, sean los libros de caballerías. Cervantes nos recuerda en su capítulo primero como hicieron a Don Quijote presa de su contenido, convirtiéndolo, sin querer, en un desdichado bibliómano: “Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso –que eran los más del año-, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto que vendió muchas fanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y, así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber de ellos;…”



Los libros de caballerías son obras marcadas por las aventuras, crónicas y grandes proezas, de los esforzados, famosos y valientes, ínclitos, fuertes y excelentes caballeros o príncipes. Hijos de reyes enamorados de su bellas y encumbradas doncellas, envueltas en amores furtivos, encantamientos y mil aventuras, situación que obliga al caballero protagonista a luchar contra todo tipo de enemigos para alcanzar la dicha junto a su amada. Los nombres de estos héroes fascinan, Palmerines, Lisuartes,, Floriseos y Lepolemos,. Al igual que el de sus anheladas doncellas Elisena, Leoronina, Galesinda, Alastraxerea, Helena o la hija del Rey Brimartes de Apolonia.



El origen de estas obras hunde sus raíces en la Edad Media y podemos encontrar un inicial apuntamiento en el libro del caballero Zifar, primer relato de ficción extenso que encontramos en la prosa española, escrito a principios del siglo XIV. Posteriormente e iniciando una larga secuencia de obras caballerescas aparece el Amadís de Gaula, primera edición en Zaragoza en 1508 y cuyo único ejemplar se conserva en Londres. Esta obra será la primera de una larga serie de ciclos o series de libros de caballerías como el ciclo de Belianís de Grecia, el de Clarián de Landanís, la Demanda del Santo Grial, el Espejo de caballerías, el caballero del Febo, el ciclo de Felixmagno, Florambel de Lucea , Florando de Inglaterra y Floriseo, Lepolemo, Morgante, Palmerines, Renaldos y Tristanes. Aunque no solamente se agruparon en ciclos, sino que hubieron obras de carácter individual, como Félix Magno, publicado por primera vez en Barcelona en 1531, en la imprenta de Carlos Amorós o la Historia del invencible caballero Don Olivante de Laura, Príncipe de Macedonia, que por sus admirables hazañas vino a ser Emperador de Constantinopla, impreso en Barcelona en 1564 por Claudi Bornat.

El último ejemplo lo encontramos en 1602, fecha en la cual con la publicación de “Historia famosa del Príncipe Don Policisne de Boecia, hijo y único heredero de los Reyes de Beocia Minandro y Grumedela, y de sus ilustres hechos y memorables hazañas y altas caballerías.” De Don Juan de Silva y Toledo, señor de Cañadahermosa, impreso en Valladolid por Juan Iñiguez de Lequerica 1602, se da fin a este género de la literatura, aunque no a las posteriores reediciones, pues aun se darían a la imprenta bien entrado el XVIII, como por ejemplo “La Cryselia de Lidaceli” Madrid, 1720.

Son libros hermosos, raros, la época en la que fueron impresos añade un valor añadido a su singularidad. La mayoría de las ediciones conservan sólo escasísimos ejemplares, y en condición original aun más raros, pues muchos de ellos se reencuadernaron en el XIX y se lavaron y recortaron, dejándolos cual niño de comunión, almidonado y engominado. Es decir perfectos pero con su esencia perdida, la esencia del libro original.

A mi personalmente me apasionan sus portadas, con xilografías que en la mayoría de las ocasiones casi abarcan la totalidad del folio. Acompañadas de hermosas capitulares y enormes tipos como el “Floriseo” de Impreso por Gumiel en Valencia, 1516, cuyo único ejemplar custodia la Biblioteca Nacional. Igualmente son ejemplo de señalados impresores del XVI, Gumiel, Cromberger, Portonaris, Juan de Junta, Juan Varela, Francisco del Canto, etc.



Nuestra literatura cuenta con más de sesenta títulos escritos, y no es el momento de hacer una relación de cada uno de ellos, así como de las diferentes ediciones con las que cuentan. Hacer una selección de alguna obra que sobresalga sobre las demás resulta complicado, pues depende del criterio de selección que utilicemos para ello. Tal vez Amadís de Gaula o el Tirant lo Blanch serían los más representativos por multitud de razones. Pero quiero reseñar dos por su rareza y circunstancias. Los dos son ejemplares muy raros y comparten portada con pequeñas variantes.

El Lidamor de Escocia, cuyo título completo es “Libro Primero del valiente e invencible caballero Lidamor, hijo del esforzado Rey Licimán de Escocia”.Su autor fue el maestre Juan de Córdoba, vecino de Salamanca, quien costeó la edición y, según dice la portada, lo dedicó al joven Duque de Alba Fernando Álvarez de Toledo. El libro no incluye prólogo, ni el texto de la dedicatoria. La calidad de la impresión es buena, aunque no está exenta de errores. Se divide en 68 capítulos. La obra se presenta como un extracto de una supuesta crónica caballeresca llamada Flor de aventuras, escrita originalmente en toscano por el maestro Nicomedes, médico y contemporáneo del protagonista. Fue impreso en Salamanca en 1534 y aunque en determinados repertorios –Gayangos, por ejemplo- dan noticia de una edición en 1539, da la impresión de que dicho apunte fue debido a un error y que tal edición no exista. Curiosamente, el único ejemplar conocido se halla en la Biblioteca Imperial de San Petersburgo (daría mil maravedíes por conocer las circunstancias que lo llevaron allí) lo que dificulta un poco su consulta. Aquí os dejo la ficha de la biblioteca:



RU\NLR\A2V16\11158

Córdoba, Juan de (16в.).

Libro primero del valeroso e invesible Cavallero Lidamor hijo del esforgado rey Liciman Deacocia, en el qual se tratã sus veturosas hasañas... / Nuevamete compuesto por maestre Joan de Cordova vesino de Salamanca. - [En Salamanca: Impressa a costa del Juan de Cordova, 1539]. - [1],CXII л.; 2°(29см).

Читат.пометы.

Владельч. запись: Sobolewskij.

В колофоне: Aqui se acabe la psente obra del muy valiente y esforgado Cavallero Lydamor de Escocia la qual fue cõpuesta por maestre Juan de Cordova, y fue impressa a su costa en la ... ciudad de Salmãca, y acabose la visperi de san Pedro de Janio, año de mil y quinientos V.XXXVIIII. ...

Л.II помеч. ошибочно: IIII. Тит.л. в грав. рамке, напеч. чер. и крас. краской. Текст напеч. в 2 стб. на обеих сторонах листа. Экз. с ил. на тит.л., раскраш. от руки, в пергам. пер. с завязками; деф.: поврежд. тит.л.


 


El ejemplar está falto y se ha perdido un interesante capítulo en el cual se describía como Lidamor fue ordenado caballero por su primo Animor el Hermoso. El libro tienes numerosos errores y la numeración de los capítulos está muy alterada. Existe un trabajo muy interesante sobre esta obra escrito por Jorge Francisco Saénz Carbonell, que es una guía de lectura de Lindamor de Escocia, editada por el Centro de Estudios Cervantinos en 1999.



El segundo libro al que quiero hacer referencia es el Philesbián de Candaria. Libro citado en el Quijote de Avellaneda, en el primer capítulo, donde se le elogia por la calidad de sus combates. Al igual que el Belianís de Grecia pertenece al grupo más tradicional de los libros de caballerías, donde el autor centra su atención en la descripción de los combates.

Pascual de Gayangos da la noticia de él y nos dice que el único ejemplar conocido se halla en la biblioteca del bibliófilo ingles Sir Thomas Phillipps y que, -al igual que el Lidamor- está falto de varias hojas y de el colofón.

El conocimiento y estudio de este libro se llevó a cabo gracias al hispanista y cervantista estadounidense Daniel Eisenberg, que a través de una rocambolesca historia siguió las vicisitudes del ejemplar descrito por Gayangos. Desde su ubicación en la biblioteca Phillipps, siguió sus ventas hasta dar con él en la biblioteca del bibliófilo bonaerense Oliverio Girando. Se intento fotografiar el ejemplar pero la cita con la viuda del bibliófilo se demoraba eternamente. Mientras tanto le llego la noticia de un segundo ejemplar que ofrecía la librería H.P.Kraus. No pudiendo pagar los 4.500 $ que pedía el librero, pudo sin embargo gracias a la amabilidad de este, hojear el ejemplar y tomar las notas necesarias para realizar su artículo “Búsqueda y hallazgo de Philesbián de Candaria”


 


El libro, impreso en Medina del Campo por Pedro de Castro en 1542 es un in-folio gótico a dos columnas de 46 líneas que consta de 119 + 3 fols. Encuadernado en pergamino de época.

Esta es la descripción que hace Gallardo en su obra “Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos”:


“Libro primero del muy noble y esforzado cauallero don Philesbian de Candaría : hijo del noble rey Don Felinis de Ungria e de la reyna Florisena, el qual libro cuenta todas las bacanas y aventuras que acabo el rey Felinis, su padre. MDXLII.

En el frontis dos caballeros rompiendo lanzas.

El único ejemplar conocido de este precioso libro se conserva en la biblioteca de Sir Tilomas Phillips en Middle-Hel, condado de Esscx, Inglaterra. Faltándole el colofón, y por consiguiente el pié de imprenta y nombre de impresor, no puede determinarse donde se imprimió, pero por la clase dé letra parece edición sevillana. Tampoco puedo decir, por no haberle visto ni Icido, si don Philesbian era descendiente de don Florisando de Candarla , pues á serlo es una rama más de los Amadises.”