Hoy trato de desmitificar la mala reputación que han sufrido ciertos títulos que engloban lo que despectivamente se denominan supercherías. Libros y autores que en su época trataron, de una forma más o menos acertada, dar una explicación a todo aquello que les rodeaba, manejando las herramientas con las que contaban en su momento, que eran mas bien pocas. En definitiva son ejemplo de curiosidad y espejo de una época en la que se intentaba caminar hacia delante en un terreno confuso y oscuro, donde la Ilustración andaba ya cerca y el hombre se preparaba para la modernidad. Durante muchos siglos la magia fue ciencia y la ciencia fue magia, esta sutil barrera queda reflejada en la multitud de títulos que asoman en nuestra bibliografía y que voy a recorrer de la mano de una sorprendente exposición que se realizo en 2007 en la Universidad Complutense de Madrid bajo el epígrafe de “Biblioteca Mágica”. En ella y a través de un centenar de obras se mostró la evolución del concepto de magia durante tres siglos. Estos libros se utilizaron para aprender ya que su contenido representa el conocimiento científico divulgado en las aulas. Según dice su rector en el prólogo del catálogo de la exposición, -“los maestros de lo oculto”, los “lectores de estrellas” o “los compiladores del mal” practicaban un tipo de ciencia que, por sus características, era la ciencia de la época y que por lo tanto, estos libros forman parte del avance del pensamiento científico-.
Nuestro concepto actual de magia es sinónimo de artificio, engaño, artimaña, fraude, nada que ver con el concepto que se tenía de ella en la Edad Moderna, entonces la magia residía en todas las cosas de la naturaleza. Al adentrarnos en las obras que la reflejan nos damos cuenta que las disciplinas que la engloban se multiplican y la encontramos en religión, filosofía, antropología, botánica, astrología astronomía, etc. Es decir ciencia. Muchos de estos aspectos quedaban englobados en lo que se conoció en los siglos XVI y XVII como Historia Natural. Muchas veces el esfuerzo por explicar y comprender los mecanismos de la naturaleza se acogían a motivaciones espirituales, en su apremio por darle un sentido aunque fuera exterior a la lógica. Aquí entraba la magia en acción. No se tenía dudas sobre la influencia de los astros sobre los acontecimientos y las cosas, al igual que ciertas propiedades de la materia. De ese modo, por ejemplo, se tenían por mágicas algunas virtudes de las plantas o incluso el magnetismo.
Con el paso del tiempo lo que en un principio fue oscuro e inescrutable, fue iluminándose y desentrañándose de manera que la astrología dio paso a la astronomía, la alquimia a la química, los herbarios a la farmacia y las posesiones a la epilepsia. Pero estos libros de los que en España contamos con algunos ejemplos acompañaron, a su modo, a la ciencia en su devenir.
A pesar de que con la Iglesia en general y con la Contrarreforma en particular se impuso la guerra a la superstición, no fue difícil encontrar libros de autores como Agrippa, Paracelso, Trithemius, Ficinio, Fludd, Schott, della Porta en nuestro país y sus obras engrosaron los anaqueles de las bibliotecas, como los ejemplares que se mostraron en la exposición de la complutense. Pero la edición española también conoció curiosas obras que trataban extraños temas y que pudieron sortear “casi todas” a al Inquisición con sus expurgos y prohibiciones.
Hablaremos en primer lugar de aquellos autores que nos mostraban sus secretos. Los pequeños avances experimentales y científicos tenían su reflejo en los libros de secretos, en los que los autores eran capaces de desvelar las fuerzas de la naturaleza. Podemos encontrar varios títulos que reflejan esta tendencia. Dentro de las artes médicas llaman la atención las ediciones que se hicieron sobre las aplicaciones químico-farmacológicas del médico portugués Joao Curvo Semmedo, con títulos como “Declaración de los verdaderos diez y siete secretos de Curvo” de José Diez Medina, por Antonio Denferzan. Madrid, 1735. O “Manifestacion de cien secretos del docin Juan Curvo Semmedo” de Francisco Suárez de Rivera, en Madrid : en la Imprenta de Domingo Fernández de Arrojo a costa de Juan de Oliveras..., 1736. O la obra original traducida del portugués al castellano de Tomás Cortijo Herráiz “Secretos médicos y chirurgicos del doctor don Juan Curbo Semmedo” En Madrid : por Juan de Zuñiga : se hallará en la librería de Pedro del Castillo ..., 1735.
Dentro de los libros de secretos, es necesario citar a Alejo Piamontes, pues sin él no se entiende este género de libros, ya que es quien inicia la divulgación de esta manera de entender estos balbuceantes procesos empíricos. Alejo Piamontes es el seudónimo del escritor profesional Girolamo Ruscelli (1500-1566) En el prefacio de su obra, Alessio Piamontese dice ser miembro de una notable familia piamontesa. Conocedor del latín, griego, hebreo, caldeo y árabe, que se dedicó en cuerpo y alma a desentrañar los secretos de la naturaleza. Tras completar sus estudios humanísticos, pasó buena parte de su vida viajando por toda Italia y diversos países del Oriente Próximo, con el único propósito de coleccionar conocimientos y atesorar secretos de diversas procedencias y recopilarlos en su famosa obra que vio más de cien ediciones en Europa entre 1555 y 1699.
Entre las primeras ediciones españolas contamos a la par con la de Alcalá de Henares de 1563 por Sebastián Martínez “Alexo Piamontes : seys libros de secretos, llenos de marauillosa differencia de cosas / traduzidos de lengua latina en lengua castellana por el licenciado Alonso de Santa Cruz... “ la edición de Barcelona, 1563, por Claude Bornat “De don Alexo Piamontes seis libros de secretos : llenos de maravillosa differencia de cosas : traduzidos de lengua latina en castellana” y la edición de Zaragoza -de la que solo tengo referencia por Palau, 6653, ya que el CCPBE no da ningún ejemplar, solo se conoce el de la BNF - del mismo año, impreso en casa de la viuda de Bartholomé de Nagera. Las dos primeras en 12º y la “maña” en 8º. Las posteriores reimpresiones y ediciones de 1570, 1624, 1640, 1647, 1689, 1691 y 1696 nos dá noticia del éxito que tenían esta clase de libros
Otro ejemplo de remedios lo encontramos en la obra del médico turolense que además de ofrecernos uno de los primeros libros españoles de Pediatría “Methodo y orden de curara las enfermedades de los niños” Zaragoza, Angel Tauano, 1600 , nos ofrece la obra “Libro de experimentos médicos fáciles y verdaderos: recopilados de gravísimos autores” en Zaragoza por Iuan Pérez de Valdivieso, 1598.
El paralelismo de Piamontés lo encontramos en el valenciano Jerónimo Cortes, con su obra “Fisonomía y varios secretos de la naturaleza: contiene cinco tratados todos revistos y mejorados en esta última impresión a la cual se han añadido muchas cosas notables y de mucho provecho” En ella se tratan de las reglas básicas de la fisognomía, las propiedades del romero, las propiedades y virtudes de las hierbas y piedras, la explicación de la estructura del universo y la respuesta a las dudas que se podían plantear al lector. Vio su primera edición en Valencia en 1598 por Chrysostomo Garriz, junto al molino de la Rouella, en formato 8º. Aunque Palau afirma, y es muy probable que por el uso que se le daban a estas obras, existieran ediciones anteriores, impresas en 1597 y 1595 después de la edición del “Lunario perpetuo” Posteriormente salieron varias decenas de ediciones más entre españolas y extrajeras, que como la de Alejo Piamontés da muestra del éxito de este tipo de obras.
Por último dentro de los libros de secretos, útiles a la población llana de la Corte, hay que señalar la obra de Miquel Agustí “Llibre dels secrets de Agricultura, casa Rústica y Pastoril” Barcelona, 1607 por Esteve Lliberós , siguiente edición en castellano en Zaragoza, 1625 por Pascual Bueno. Le siguieron con éxito otras veinte ediciones más según Palau. Este libro era conocido como el Libro del Prior pues su autor fue prior de la Orden de San Juan de Jerusalén en Perpiñán. Pese a que el autor presenta la obra como propia, realmente es una copia casi literal de la obra del médico francés Charles Estienne y su yerno Jean Liébaut, “L’agriculture et maison rustique” Paris, 1570.